Imagina rechazar una universidad… y, semanas después, ser sorprendido con una avalancha de correos electrónicos ofreciendo becas generosas, premios con nombres pomposos y descuentos que suman más de US$ 200 mil. ¿Parece una locura? Eso fue exactamente lo que ocurrió con decenas de familias estadounidenses durante el último ciclo de admisiones.
La protagonista de este giro inesperado: la Universidad de Syracuse, una institución de renombre que, entre bastidores, vivió un verdadero apagón estratégico al subestimar la sensibilidad de las familias al costo final de estudiar allí.
Pero, al fin y al cabo, ¿qué explica este comportamiento inusual? ¿Y qué revela esto sobre la nueva dinámica (y desesperación) de la educación superior en Estados Unidos?
Una negociación inesperada
Para muchos estudiantes, la fecha límite del 1º de mayo es sagrada. Es la fecha tope para decir “sí” a una universidad, pagar el depósito y anunciar al mundo en sus redes sociales cuál será su futuro campus. Pero cuando ese día pasó, algo extraño comenzó a ocurrir: Syracuse inició una ofensiva agresiva para intentar “robar” alumnos de otras instituciones.
El caso de la hija de David Berger, de Georgia, es emblemático. Tras decidir estudiar en Penn State Nittany Lion, la joven fue objeto de una serie de ofertas tardías por parte de Syracuse, que inicialmente no le había concedido ninguna ayuda financiera. Primero llegaron US$ 20 mil por año, el 2 de mayo. Luego, otros US$ 10 mil. Al final, el paquete alcanzó los US$ 50 mil anuales, totalizando impresionantes US$ 200 mil en cuatro años.
“Los cupos se asignarán por orden de llegada”, decía el último correo electrónico.
Incluso con la propuesta tentadora, ella decidió mantener su elección original. Pero lo que más llamó la atención no fue el rechazo, sino el hecho de que Syracuse estaba claramente desesperada.

Descuentos generosos, explicaciones escasas
La falta de lógica en las ofertas levantó dudas entre padres y alumnos. ¿Por qué, entre abril y mayo, tantos estudiantes comenzaron a recibir paquetes inflados sin ningún criterio claro? Para algunas familias, como la de Walt Counsell, un estudiante de 17 años que está por ingresar a la Universidad de Maryland, incluso después de que Syracuse le ofreciera otros US$ 140 mil después del 1º de mayo, la respuesta era simple: “estaban intentando tapar agujeros”.
La universidad parece haber apostado demasiado al prestigio de su marca y se olvidó de que el costo anual total de más de US$ 92 mil simplemente no cabe en el presupuesto de la mayoría de las familias, especialmente en tiempos de incertidumbre económica, guerras comerciales e inestabilidad política. Después de todo, esa cifra es más alta que la que cobra el MIT.
Algunos especulan que la caída en el número de estudiantes internacionales, quienes suelen pagar el valor total, también afectó la proyección de matrículas de la institución.
El juego del silencio: ¿y si todos esperaran?
Este episodio encendió una discusión curiosa: ¿y si los estudiantes jugaran el mismo juego que las universidades? Es decir, ¿y si todos esperaran hasta el último momento para confirmar su matrícula, obligando a las instituciones a hacer sus mejores ofertas antes de la fecha límite?
Hoy, muchas familias sienten que pagan más simplemente por comprometerse temprano. Mientras tanto, quien juega duro y espera puede salir con ventajas generosas. Syracuse demostró que hay margen para la negociación. Y otras universidades probablemente harían lo mismo si se les presionara.
El verdadero valor de la etiqueta
Este episodio también refuerza una lección importante: el precio de etiqueta de una universidad es solo un punto de partida. La mayoría de los estudiantes no paga el valor total, y muchas instituciones están dispuestas a negociar, especialmente si el alumno tiene buenas ofertas competidoras sobre la mesa.
Además, foros como “Paying for College 101” en Facebook se han convertido en verdaderos centros de inteligencia colectiva, donde los padres intercambian información sobre estrategias, contraofertas e incluso nombres de contacto de los departamentos financieros.
La hora de actuar en bloque
Quizás el mayor aprendizaje de esta situación sea el poder que tienen los estudiantes y sus familias, especialmente si actúan en conjunto. Como dijo Jon Boeckenstedt, vicerrector de la Universidad Estatal de Oregón, “no tengo objeciones a un llamado a la acción del consumidor”. El problema es que, en Estados Unidos, la cultura colectiva aún está en pañales.
Pero imagina el impacto si todos decidieran esperar hasta el último minuto. Si todos solicitaran revisiones de ayuda con argumentos consistentes. Las universidades tendrían que adaptarse y el equilibrio de poder cambiaría.
Conclusión: el precio de una elección informada
La historia de Syracuse es solo un síntoma de algo más grande: el modelo de financiamiento de la educación superior estadounidense está en crisis. Con costos astronómicos y una presión cada vez mayor por resultados, las universidades se ven forzadas a reinventarse. Y eso abre una ventana de oportunidad para las familias.
El consejo es claro: no aceptes la primera oferta. Cuestiona, compara y negocia. Porque, a veces, quien juega duro, gana más. Y en el costoso juego de la universidad, cada dólar hace la diferencia.