En Estados Unidos, pocas deudas cargan con tanto peso social y emocional como los préstamos estudiantiles. Para millones de estadounidenses, el título universitario simboliza progreso, estabilidad y ascenso social. Pero, junto con él, llega una factura que puede acompañar al estudiante durante décadas. El problema no es solo el valor de la deuda, sino también el hecho de que las reglas para el pago y el perdón están cambiando con tanta frecuencia que incluso los expertos tienen dificultades para seguirles el paso.
En los últimos años, decisiones políticas, disputas judiciales y cambios legislativos han transformado un sistema ya complicado en un verdadero campo minado. Programas que deberían traer alivio están siendo eliminados, nuevas opciones están surgiendo y, en medio de este caos, el prestatario común se pregunta: ¿cómo navegar en este laberinto sin comprometer su futuro financiero?
El fin de programas conocidos
Uno de los principales puntos de angustia para los deudores es la extinción de planes que ofrecían cierta previsibilidad. Programas como el SAVE (Saving on a Valuable Education), lanzado durante el gobierno de Biden, fueron diseñados para limitar los pagos mensuales de acuerdo con los ingresos y reducir el impacto de los intereses.
Sin embargo, ya tienen fecha para desaparecer: 30 de junio de 2028. Otros planes ampliamente utilizados, como el PAYE (Pay As You Earn) y el ICR (Income-Contingent Repayment), también serán eliminados.
En la práctica, esto significa que millones de personas deberán migrar hacia nuevas opciones. El riesgo es que, en este proceso, muchos terminen perdiendo el crédito acumulado para el perdón de la deuda, en caso de tomar decisiones precipitadas.
Las nuevas alternativas y sus incertidumbres
A partir de julio de 2026, estarán disponibles dos nuevos planes: el Plan Estándar, con pagos fijos, y el Programa de Asistencia al Pago (RAP), que vincula los valores a los ingresos del prestatario, de manera similar a los antiguos planes basados en ingresos, pero con nuevas reglas.
La propuesta del RAP incluye subsidios de intereses, lo que puede representar alivio para algunos deudores. Sin embargo, los especialistas advierten que la transición no será sencilla. Aquellos que actualmente están en el SAVE deberán decidir si esperan hasta el final del programa o si migran antes al IBR (Income-Based Repayment), el único plan que permanecerá como alternativa estable para quienes ya estén inscritos.
Creado por el Congreso, el IBR exige que los deudores contribuyan con un porcentaje fijo de sus ingresos discrecionales —10% para nuevos préstamos y 15% para préstamos más antiguos— durante 20 a 25 años.
Después de ese período, el saldo es perdonado. Pero aquí surge otro problema: el perdón también está temporalmente suspendido en algunos casos, debido a impugnaciones legales.
El riesgo de la “bomba fiscal”

Incluso si se concede el perdón de los préstamos, otra cuestión atormenta a los prestatarios: los impuestos. Por norma, el IRS considera las deudas perdonadas como ingresos tributables. Desde 2021, una excepción temporal eximió a los prestatarios de pagar impuestos sobre los préstamos cancelados, pero esa regla expira este mismo año, en 2025.
Esto significa que quienes estén por completar los 20 o 25 años de pagos pueden salir beneficiados si el perdón ocurre aún dentro del plazo de la exención. Si se retrasa, la deuda puede desaparecer, pero una nueva factura, en forma de impuesto, puede llegar. Este escenario es conocido como la “bomba fiscal” y, hasta ahora, no hay garantías de que el Congreso extienda el beneficio.
El impacto sobre los servidores públicos
Entre los más preocupados están los participantes del PSLF (Public Service Loan Forgiveness), el programa que perdona deudas de servidores públicos tras 10 años de servicio y 120 pagos calificados. Para maestros, trabajadores de organizaciones sin fines de lucro y defensores públicos, este beneficio representa no solo alivio financiero, sino también el reconocimiento de carreras dedicadas al bien público.
Sin embargo, el PSLF puede verse afectado por nuevas reglas propuestas por el gobierno de Trump, que restringirían qué empleadores son considerados elegibles. Organizaciones vinculadas a causas de diversidad, apoyo a inmigrantes o servicios de salud de afirmación de género podrían ser excluidas, lo que podría descalificar a miles de trabajadores. Mientras los tribunales no deciden sobre la legalidad de estos cambios, muchos servidores se encuentran en una especie de limbo, sin saber si sus años de contribución aún contarán.
Padres con préstamos PLUS también se ven afectados
Padres que contrajeron préstamos Parent PLUS Loans también enfrentan cambios drásticos. A partir de julio de 2026, los nuevos préstamos solo podrán pagarse mediante el plan estándar, sin flexibilidad. Para quienes ya poseen deudas antiguas, aún existe la opción de migrar al IBR, pero el proceso exige consolidación antes del 30 de junio de 2026. Perder ese plazo puede significar la exclusión permanente de la alternativa de pagos basados en ingresos.
La sombra de la morosidad
Con tantas incertidumbres, hay quienes piensan en simplemente posponer decisiones o dejar los préstamos de lado. Pero caer en morosidad puede traer consecuencias severas: bloqueo de devoluciones de impuestos, embargo de parte del salario e incluso retención de beneficios del Seguro Social. Además, el historial crediticio queda comprometido, afectando otras áreas de la vida financiera.
Existen alternativas, como la rehabilitación (nueve pagos consecutivos) o la consolidación en un Préstamo Directo, pero ambas deben evaluarse con cautela. Consolidar, por ejemplo, puede borrar años de progreso hacia el perdón, especialmente mientras persisten las disputas legales.
Cómo pueden protegerse los prestatarios
A pesar de la complejidad, los especialistas señalan algunas actitudes que pueden marcar la diferencia. Mantener registros detallados de todos los pagos, capturas de pantalla y comprobantes es fundamental, ya que los conteos oficiales en el sitio de Federal Student Aid fueron suspendidos. También se recomienda usar calculadoras y simuladores de pago disponibles, para comparar opciones antes de migrar de plan.
Y, sobre todo, buscar orientación en fuentes confiables puede evitar trampas. Organizaciones sin fines de lucro, como el TISLA, ofrecen asesoramiento gratuito. Grupos en línea y foros de prestatarios también se han convertido en espacios valiosos para compartir experiencias e información actualizada.
Conclusión: paciencia en medio de la incertidumbre
El sistema de préstamos estudiantiles en Estados Unidos vive un momento de turbulencia sin precedentes. Planes desaparecen, perdones se suspenden y nuevas reglas surgen a un ritmo acelerado. Para el prestatario común, esto puede parecer abrumador. Pero, a pesar del caos, una lección se repite: la información y la paciencia son las mejores herramientas para atravesar este período.
Es probable que, en el futuro, se alcance un nuevo equilibrio, como ya ocurrió en otras reformas del sistema educativo y financiero estadounidense. Hasta entonces, corresponde a los deudores seguir de cerca cada cambio, actuar con cautela y no perder de vista el objetivo final: la oportunidad de liberarse de la deuda estudiantil y reconstruir su seguridad financiera.