Olvida todo lo que sabes sobre la “gente de bar”. La Generación Z está cambiando silenciosamente (y tercamente) las reglas de la vida nocturna, del consumo y de la economía informal que siempre giró en torno a una simple pregunta: “¿Quieres abrir una cuenta?”
¿La respuesta actual? Un sonoro “no, gracias”.
Entre cócteles sofisticados y fiestas llenas, el comportamiento de los jóvenes de veintitantos años ha dejado a los bartenders confundidos y a los dueños de bares irritados. Pero la tendencia va mucho más allá del bar: dice mucho sobre los valores y las ansiedades de una generación que creció en medio de crisis, apps e incertidumbres.
Un trago, una transacción: la nueva normalidad
Para los mayores, abrir una cuenta en el bar es casi una tradición. Una forma de sentirse parte del lugar, marcar territorio, socializar con confianza. Para los nacidos entre 1997 y 2012, es lo opuesto: una fuente de ansiedad.
La Generación Z prefiere pagar cada bebida individualmente, sin dejar la tarjeta en el mostrador, aunque vuelva a pedir cinco veces más en la misma noche. ¿El motivo? Practicidad, control financiero y una ligera (o fuerte) desconfianza de que el mundo puede darse la vuelta en cualquier momento.
“Si dejo mi tarjeta ahí, ¿quién me garantiza que me voy a acordar de recogerla?”, comentó Emily, 23, estudiante de diseño. “Además, ¿y si quiero irme del bar de repente? Quedar atada a una cuenta no tiene sentido.”
Esa lógica puede parecer extraña para quien fue criado con chequeras o con happy hour fijo. Pero tiene todo el sentido para quien creció con el celular en la mano y el pago digital a un clic.
Menos alcohol, más conciencia
El hábito de pagar bebida por bebida está alineado con otra tendencia: la caída en el consumo de alcohol entre los más jóvenes. Una encuesta de Gallup de 2023 mostró que la Generación Z está bebiendo menos, no por falta de opciones, sino por una postura más cautelosa respecto a la salud, la lucidez y, claro, el bolsillo.

“Muchos de nosotros ya vimos a nuestros padres o tíos exagerar con el alcohol y sabemos que eso no lleva a nada bueno”, dijo Lucas, 24, analista financiero. “Si pago cada trago por separado, es más fácil parar cuando llegue a mi límite emocional o financiero.”
La frase resume un punto importante: la Generación Z no solo bebe menos, también calcula más. Establece techos de gastos antes de salir de casa, monitorea apps de finanzas personales y está mucho más dispuesta a decir “no” al segundo o tercer trago que sus predecesores.
La generación del “paga y vete”
Otro factor decisivo es el inmediatismo. Acostumbrados a servicios rápidos, interfaces intuitivas y soluciones al instante, estos jóvenes ven una salida al bar como algo mucho más parecido a comprar un café en Starbucks que a vivir una noche en Cheers.
Y no es sorpresa que eso irrite a los bartenders. Después de todo, cada transacción exige tiempo, procesamiento, tasas y, en el caso de bares llenos, retrasa la atención de todos los demás. Además, pagar US$ 100 en 10 transacciones separadas puede generar un costo mucho mayor para el establecimiento que un único pago al final de la noche.
“Ni siquiera piensan en eso”, lamenta Tiarra, bartender en Seattle. “Vienen en grupo, piden por separado, cierran cada uno su cuenta. No tienen el hábito de decir: ‘Esta ronda va por mi cuenta’. Es como si la etiqueta social hubiera desaparecido.”
Pero quizás solo ha cambiado de forma.
Finanzas, control y ansiedad
La verdad es que la Generación Z carga con un historial pesado: pandemia, inflación, mercado laboral inestable, crisis climáticas y el fin de la idea de estabilidad. Para muchos, cada gasto necesita tener sentido. Y la idea de “perder el control”, ya sea de la billetera, de la noche o de la propia imagen, causa un malestar real.
“No es que seamos tacaños”, dice Mariana, 22. “Es que crecimos aprendiendo a tenerle miedo a las deudas. No queremos despertar el domingo con un agujero en la tarjeta y la memoria borrosa.”
Por eso, cada transacción es también una pequeña afirmación de independencia. Un gesto de autocontrol. Un límite autoimpuesto que protege el bolsillo y la cabeza.
Más que consumo, es comportamiento
Lo que parece ser un simple hábito de pagar las bebidas de forma diferente revela algo aún más profundo: una generación que está reescribiendo silenciosamente el manual de etiqueta social. Que prioriza la seguridad sobre la impulsividad, el control sobre la ostentación y la conveniencia sobre la tradición.
Puede que no “abran la cuenta”. Pero están abriendo un nuevo camino sobre cómo lidiar con el dinero, el ocio, los propios límites. Y, nos guste o no, esa cuenta emocional y cultural aún está muy lejos de cerrarse.